viernes, 21 de marzo de 2008

Chaplin + Smile. Motivos para reír.

En la barra de la derecha podrán ver un video con imágenes de diversas películas de Chaplin acompañadas por el tema musical "Smile"




Seguir riendo a pesar de todo no siempre es fácil. Cada tanto, a todos nos abrazan la angustia o la desesperanza y creemos difícil o casi imposible encontrar motivos para reír.
Sin embargo, siempre hay motivos.
No se trata de forzarnos en una mueca extraña ni de negar el dolor, ni mucho menos de asustarnos o huir de las lágrimas. Se trata simplemente de no bajar los brazos y observar a nuestro alrededor, mirar incluso a través de las lágrimas.
En Argentina acaba de comenzar el otoño, las mariposas Monarca salen de sus crisálidas e invaden el jardín, los colibríes danzan con las flores de salvias y lantanas.
Algunos ciclos continúan más allá de nuestros propios ritmos internos y nos otorgan un sentido de continuidad y armonía.
Me sumerjo en esa melodía de la naturaleza y tarareo Smile mientras me hacen reír los fragmentos de las películas de Chaplin. Todavía podemos sentirnos identificados con las escenas de Tiempos Modernos que es de 1936: el desempleo, el hombre tragado por la máquina, la tiranía del reloj, la injusticia social y tantos otros problemas.

La letra dice: "Sonríe y tal vez mañana descubras que la vida vale la pena, ilumina tu rostro con una sonrisa (...) y aunque una lágrima puede estar siempre cerca, ese es el momento en el que tenés que seguir intentándolo, sonríe, cuál es el sentido de llorar?"

Y aunque a muchas personas que conozco esta canción quizás les parezca demasiado naif en estos momentos de su vida... De eso se trata este blog después de todo, de bucear en la inocencia escondida en nuestro interior, donde está la fuente de la esperanza y el entusiasmo, esa fuerza que nos hace seguir adelante y reír, no porque nos pintamos sonrisas como los payasos, sino porque encontramos que siempre, en toda circunstancia, hay motivos para hacerlo.

Ana

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola, Ana:

Que bueno es, poder superar las tristezas. Qué lindo es, tener una sonrisa a mano.

Te dejo un cuento:

Tristeza

1° Mención especial
I Certamen Literario de Primavera, 2005
SADE (Sociedad Argentina de Escritores)
Surbonaerence Avellaneda


¡Qué triste está mi país!
¡Qué triste que está la gente! A veces cierro la mano y atrapo las tristezas que después guardo en el bolsillo, tristezas de cualquiera, aunque no los conozca. Las llevo y trato de estudiarlas para saber el porqué de su lamento. Las desdoblo sobre la mesa y las investigo. Les pregunto sin recibir respuesta. Cuando me canso, las guardo en un cajón donde tengo mis mejores recuerdos de aquella hermosa época de felicidad. Tengo ahí, mi diario personal y entre sus hojas todavía está esa flor que intenté regalarle a la chica más linda del barrio y que nunca me animé. Qué hermosa que era, qué alegre, qué risueña. Nunca me miró. No poder llegar a ella, fue una de mis primeras tristezas. Qué triste recuerdo.

Se me dio por ir al taller del barrio y me vinieron las imágenes de cuando el coche del gordo tenía problemas y se lo llevaba al tano para que lo arreglase, esperábamos entre mate y risas, mientras nos pasábamos un par de horas aprendiendo mecánica. Algo.
¡Qué tristeza que encontré en el taller!, los arreglos se hacían en un silencio dormido y la radio que antes pasaba los tangos que tanto le gustaban al tano, esta vez hablaba de política y delincuencia. Supuse que no había onda para matear. No me hice ver, pegué la vuelta y me fui. Apuré los pasos, no fuese que el tano me viera y se sintiera obligado a atenderme.
Llegué a la plaza. El sol, tapado por un triste nubarrón de otoño no entibiaba y tampoco intentaba asomarse. ¡Qué triste estaba la plaza!
Los chicos no reían. Sus padres los habían llevado automáticamente y los pibes se peleaban con los juegos. ¡Que tristes estaban los pibes!
Los padres conversaban entre ellos, es más, todos conversaban y ninguno se escuchaba. Entre tanto ruido de palabras se produjo un silencio triste al que nadie le dio importancia. Los chicos hicieron de cuenta que estaban dispuestos a jugar; total, si nadie les prestaba atención, aprovecharían el tiempo. ¡Y los grandes! ¡Qué tristes estaban los grandes! Se desahogaban contando sus penas.
Noté que a pesar de la arboleda, no se oía el canto de los pájaros. Ellos estaban en las ramas y no volaban buscando las migajas. ¡Qué tristes estaban los pájaros! Ni siquiera piaban.
Se acercó un gato a uno de los árboles, con instinto salvaje miraba hacia las ramas. Seguro que intentaría cazar a alguna de las aves. Llegó al pie del árbol, se enroscó y se echó a dormir. ¡Qué triste que estaba el gato!
Un chico le sacó la correa a su perro y el perro, envuelto en su libertad inesperada, comenzó a correr. De pronto vio al gato debajo del árbol, frenó, algunos pelos del lomo se le erizaron y tan rápido como esto ocurrió, así de rápido, volvió a su condición de perro tranquilo. ¡Qué triste que estaba el perro!
Caminé por la plaza y en cada mirada sólo podía contemplar tristeza. No pude ver como en otros tiempos; ojos alegres, pícaros o emocionados por la vida. Sólo vi tristeza. Observé al pochoclero que miraba sin ver, una piedra en el suelo. El calesitero, reía sin alegría y movía la sortija sin ganas, por instinto. El globero, que caminaba sin saber a dónde iba, sólo decía: ¡Globos! Era lo único que decía.
¡Qué tristes que estaban los personajes alegres de la plaza!
Me hacía mal ver todo eso. Preferí irme. Volví hacia mi lugar, mi casa. Cuando llegué, me di cuenta de que mirándola desde afuera su frente estaba triste. Me pregunté ¿valdrá la pena entrar? ¿Seguirá siendo alegre por dentro?
Miré la llave.
Pasó un camión recolector de residuos y tiré la llave en su parte trasera, ya nunca más la vería. Me fui caminando, creo que hacia el norte.
Me fui triste.
¡Qué triste que estaba yo!


Daniel Gaitán